La palabra testamento no suele gustar, ya que se trata de un documento que se hace para cuando ya no estemos aquí. A su vez, al tratarse de un formalismo serio, se tiende a pensar que realizarlo es demasiado complejo, y motivo por el que su confección se suele dejar de lado, pensando que ya habrá tiempo para hacerlo. Sin embargo, hacer un testamento es mucho más sencillo de lo que uno puede pensar.
El testamento no deja de ser las últimas voluntades del difunto. El escrito donde la persona firmante especifica los bienes materiales que tiene: Ya sean casas, automóviles, bienes culturales de gran valor, o incluso recuerdos personales y que no le gustaría que desaparecieran cuando ya no esté aquí.
Un documento que evitará muchos problemas futuros
Así mismo, en el testamento se indica no sólo esos bienes materiales, sino también a la persona que le gustaría que los heredara (ya sea familiar o amigo), y en qué condiciones lo haría. De este modo, con la simple lectura del testamento, que se realizará sólo cuando el titular ya haya fallecido, todos sus allegados tendrán claro cuáles eran las voluntades de ese ser querido, y no habrá riesgo de disputas entre familiares o amigos, y que suele ser lo más común en los casos en que el difunto no contaba con un testamento.
Como se ve, son más los inconvenientes que las ventajas que pueden surgir por no hacer un testamento, por lo que es más que recomendable hacerlo. Sobre todo si existen profesionales como los de Testamenta, que le ayudarán a confeccionar uno, asesorándole sobre las mejores condiciones en que debe entregar ciertos bienes, para así tener la tranquilidad de que todo estará bien atado, para cuando ya no esté aquí.
Fuente imagen: studiobosso.it
