Antiguamente la única forma de que un hijo nacido fuera del matrimonio, tuviera posibilidades de ser heredero de su padre biológico, era que existiese un reconocimiento de paternidad previo al fallecimiento del progenitor.
Hoy en día el recuerdo de las pruebas de paternidad por ADN se puede pedir si existen pruebas fehacientes que así lo justifiquen. Se llega incluso a realizar exhumaciones para realizar tal comprobación.
Ese es el caso del banquero Joan March que al hacer testamento dejó su enorme fortuna, considerada en esos momentos como una de las diez más grandes del mundo, en manos de sus dos hijos y de la fundación que a imitación de Rokefeller, él mismo creó y que lleva su nombre.
En 2013 y tras la orden judicial pertinente, el cuerpo del patriarca de la familia March fue retirado de su sepultura tras cincuenta años de haber sido enterrado y contra los deseos de la familia.
La causa de este procedimiento era que una valenciana de apellido Gallart, alegaba ser hija natural de Joan March. Tras conocerse los resultados de la prueba, la demandante intento desistir de la misma, pero ya era tarde.
La jueza de turno decretó no solo que la mujer no era hija del multimillonario mallorquín, sino que debía abonar las costas y costos del carísimo proceso ya que se debieron movilizar especialistas de toda clase para realizar las comprobaciones pertinentes.
Ana María Gallart, dice que no desistirá porque su padre adoptivo le confesó ese secreto y que según su abogado, podría ser la nieta y no la hija de March. Al parecer a esta historia le quedan aun muchos capítulos por escribir.
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Foto gentileza de: el mundo