A causa de posibles efectos de corte netamente supersticioso, muchas personas se niegan a hacer testamento, dando crédito a mitos y suposiciones que no tienen más fundamento que la credibilidad que se les dé.
Entre las más generalizadas presunciones, está la de que si alguien se decide a otorgar testamento, es como si estuviera “atrayendo o llamando” a la parca, o sea a la muerte.
Esto es absolutamente falso, ya que existen estudios que comprueban fehacientemente que solo el 0,3 % de los testadores han fallecido en fechas inmediatas a la firma de tal documento, por lo que puede achacarse a la casualidad nunca a la causalidad.
Otro de los problemas a los que se enfrenta mucha gente es a la falta de información, dado que muchos piensan que al hacer testamento, deberán repartir sus bienes entre sus herederos de manera inmediata.
Este temor es absolutamente injustificado, ya que al redactar su testamento, el individuo solamente deja constancia de su voluntad y da instrucciones precisas de qué es lo que debe hacerse con sus bienes después de su fallecimiento.
Hasta el momento del deceso del testador, sus pertenencias son su capital, nunca parte de una herencia y nadie puede reclamar ningún derecho sobre ellas, sin que importe el lazo que les una al dueño del mismo.
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